Turismo Vivencial en la Selva del Perú

Una experiencia de viaje en el Caserío de San Pablo de Cuyana, Iquitos. Un destino inspirador, lleno de vida, aventura y compartir con la comunidad.

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Escrito por +Raquel Rojas 

Empiezo este post mencionando que cada lugar, cada recorrido, cada vivencia con nuevos amigos es fenomenal para mi vida..... Libertad y amor es todo. Siempre hay tiempo para todo solo encárgate de buscarlo y lo encontrarás.

Ahora si les empiezo a contar como llegué a este lugar llamado Caserío de Cuyana. Buscando un espacio de calma y ríos en Iquitos, decidimos visitar el pueblo de Santa Clara, ubicado a una hora de la ciudad de Iquitos, donde puedes llegar en bus pagando S/1.50 o en moto pagando entre S/8.00 a S/10.00.

























Llegando al pueblo, vimos todo era hermoso, los pobladores, los paisajes e incluso la energía que se sentía era increíble, sin embargo cuando llegamos al río, nos dimos con la sorpresa de que los pobladores se encontraban trabajando a sus orillas y nos era imposible tomar un baño y hacer otras cosas que habíamos planeado, entonces disfrutamos un momento del lugar y decidimos embarcarnos en un bote con dirección a un lugar tranquilo, donde podíamos meditar y disfrutar de la tranquilidad, del sonido de las aves, del agua y del aire, así que nos fuimos con dirección al Caserío de Cuyana. El valor del bote fue de s/. 2.00 por un viaje de 30 minutos aproximadamente. No sabíamos exactamente a qué lugar nos íbamos, solo tenía en mente alejarme y disfrutar del momento.

Desde que subimos al bote vimos a una mujer, ella nos observó y se reía de las locuras que hacíamos, entonces comenzamos a conversar con ella de la zona, del lugar donde ella vivía, que hacía y todo sobre ella, que entre otras cosas, demostró ser una persona muy amable y cariñosa y fue una buena compañera en el viaje.

Fuimos avanzando y llegamos al lugar esperado, lo vimos y fue lo que habíamos buscado, teníamos río, sol, aire y vegetación con nosotros, no podíamos pedir más que eso.


                                             
Manuela, la persona que conocimos en el viaje, nos invitó a conocer más sobre el caserío e incluso nos dijo que fuéramos a su casa para conversar y disfrutar un momento juntas con su familia, y que si quería podíamos quedarnos a vivir en su casa, esto realmente fue una sorpresa porque no esperaba algo tan hermoso, era justo lo que buscábamos, me sentía una reina en su imperio.

El dueño del bote, Edwin, fue muy amable, fue tan gentil con nosotros que nos esperó casi una hora mientras nos bañábamos y nos relajábamos con toda la naturaleza en conjunto, conversábamos con él. Sentir el río, el agua fresca, las plantas por debajo y la arena suave que acariciaba nuestras caras y cuerpo fue algo buenísimo, jugábamos con los pececitos y con los insectos que giraban a nuestro alrededor.













No puedo dejar de lado a Susha que también me acompaño en esta aventura, ya recuperada del accidente y con mucha comida en el estómago, fuimos con ella al caserío y se quedó a vivir con nosotras en ese lugar. Continuando con nuestro viaje, nos despedimos de Edwin y decidimos tomar la aventura de ir a buscar a la mujer que conocimos en el bote. Tomamos un motocar, y nos llevó a su casa. Al pasar por todo el trayecto, pudimos ver la realidad de ese caserío.


Cuando llegamos fue algo tan hermoso, estaba toda la familia esperándonos en la puerta y nos recibieron con una felicidad increíble y con abrazos por montón, recuerdo ese momento y de verdad que no sabía como actuar ni que decir,  personas que nunca vi en mi vida, me tratan como si nos conociéramos de años.

Los niños, decidieron llevarnos a visitar toda la otra parte del pueblo, el monte, lleno de plantas, cosechas, quebradas, animales de crianza y sobre todo nos enseñaron a caminar sobre lodo. Fue un recorrido de 4 horas, entre paradas y pequeñas charlas que los niños nos daban sobre las plantas, frutos, historia del caserío y más.

Poco a poco se escondía el sol y ya era hora de retornar, entonces tocaba el regreso y ya teníamos hambre, sobretodo los niños. Al llegar a casa, nos esperaba una delicia de comida preparada por Manuela, todos fuimos a la parte trasera de la casa donde ellos preparan su comida y comen, una mesa grande con nuestros platos y un riquísimo refresco de cocona (fruto de la zona.)



















Nos fuimos a bañar a una quebrada, en medio de toda la vegetación, fue más que refrescante pues el calor es bien fuerte, al retornar a casa nos esperaba una pequeña fiesta, llegaron algunos familiares de la dueña de casa y con música comenzó la charla de la noche.

Esa noche hubo lluvia de estrellas, no quería ir a dormir, el cielo estaba tan bello que no quería dejar de verlas, pero también debía descansar. De inmediato Manuela me llevó al lugar donde dormiría y fue otra cosa tan buena, ella me había preparado una especie de cama en el piso con un par de colchas y todo ello dentro de un mosquitero, tipo una carpa. Yo dormía en mi mosquitero mientras Susha dormía al lado de mi maleta, no se despegaba de ella en absoluto, sentía su olor al otro lado de la pared y era señal de que ella estaba en casa.

El desayuno fue único, en compañía de todos, tomamos un riquísimo desayuno, ellos estilan comer tacacho con un vaso de leche de yuca, todo preparado por ellos mismos. Y ese día tocaba ayudar a preparar juanes , pues el caserío tenía un encuentro con otro caserío de la zona y la gente aprovecha en vender comida y disfrutar del día, entonces emprendimos otra aventura, pero esta vez culinaria, al costado de Manuela y de su hija mayor nos pusimos a preparar lo que ella tenía que vender. 



Todo el día estuvimos cocinando y disfrutando del último día de aventura, pues ya teníamos que retornar y seguir con nuestro recorrido.  Despues de terminar con todo, fuimos alistando la maleta, a Susha y su maleta para poder embarcar a nuestro próximo destino. Se acercaba la hora de decir adiós y de disfrutar los últimos momentos con estas bellas personas.

El momento de despedida fue muy lindo, les dejamos unas cosas para que nunca se olviden de nosotros y ellos no dejaban de abrazarnos, pasó un motocar y nos subimos con destino a la orilla del río, donde inicialmente nos bañamos, para esperar un próximo bote que pueda llevarnos al otro lado de la ciudad.


Y así fuimos llegando al fin de esta  historia. Lo aprendido de todo esto es que no siempre se tiene todo planeado, es mejor dejar fluir los momentos y dejarte llevar, pues lo que te espera mas allá estará lleno de sorpresas locas e inolvidables, y todo ello forma parte de tu vida, lo que la hace ser única y con sentido.   



Escrito por +Raquel Rojas 



2 comentarios :

Anonymous said...

linda historia. turismo vivencial :D

Unknown said...

Gran espíritu aventurero. Gracias por compartir esos relatos. Saludos de su amigo Carlos de Amazon House.